20090323

Svetlana


en el siglo XIII leer un libro era solo una posibilidad para el 0.05% de la poblacion de la tierra. en el siglo XV un 7% de los europeos vio alguna vez durante su vida un libro, aunque solo un 1% sabia leer. llegando al siglo XIX julio verne escribia los atisbos de la ciencia ficcion, siendo leidos por el 23% de la poblacion londinense al costo de 10 chelines. durante 1986 el habitante promedio de NY compro casi 4 libros. en el 2008 amazon vendio 52.800.000 de libros y 500.000 de kindles. en el 2012 se esperan ventas de 2.500.000.000 de dolares en libros electronicos solo en amazon.

y eso nos dice algo sobre leer? sobre el placer del papel versus la informacion contenida? es un holograma lo mismo que la informacion que lo define?
saber es igual a aprehender?

pues hoy F a mi me habla sobre eso. y sobre muichisimas cosas mas. la suerte es que yo puedo discutirlas con el directamente, asi que si alguno de los queridos lectores quiere discutir algo con F, por favor dejenlo como descargo de este post y no duden en que podran tener una entrevista para hablar y tomar cafe con el autor.

en donde mas los regalonean tanto en un solo dia, mis queridos puntitos? :)

(…) Es demasiado temprano para dormirse. Mis libros son muchos. Siempre han sido muchos. Ese es el problema. Tal vez si pudiera leerlos todos juntos. Tal vez si pudiera tragarme de una sola vez al monstruo formado por esos millones de símbolos que ocultos me rodean. Pero sólo me queda la triste posibilidad de tomar unas cuantas páginas y en algunas horas tratar de que algo de ellas llegue hasta mi. Triste e inconcebible posibilidad que rechazo. Me cuesta imaginar los años en los que uno a uno había que tomarlos para ir pasando los ojos lentamente, increíblemente lentamente, sobre cada una de las palabras, sobre cada una de las letras como se hace con el anuncio de un dentífrico. Supongo que habían otros placeres ocultos en esa operación insensata. Placeres que yo ni siquiera puedo imaginar. Placeres relacionados con el proceso. Con el café que los habría de acompañar. Con los mil cigarrillos de cada noche. Con el sonido de las páginas que lentamente se suceden. Y ahora que lo pienso es posible que en ello también hubiera belleza. Pero no. Esa es otra belleza. Una belleza que nada tiene que ver con la literatura. O tal vez sí con la literatura pero en ningún caso con la lectura. Lectura. Palabra antigua. Vestigio de esos años en los que los ojos se desgastaban en tareas absurdas. Y aún ahora hay quienes no entienden. Aún ahora hay quienes recomiendan leer un libro a la vez. A más de un profesor he escuchado dirigir todo tipo de insultos a quienes gustan de las descargas simultaneas. Un mal de la juventud. Suele decirse. Y me pregunto cuál sería el mal de la juventud en los años en que los ojos se secaban de tanto descifras signos. Acaso comenzar un libro antes de terminar otro. Acaso mezclar historias en los sueños. No lo sé. No puedo saberlo. Y los viejos profesores que hablan del irreemplazable sello del autor. Del placer de saborear una historia a la vez. Que afirman que descargar todos los libros disponibles no sólo es dejar de lado el sentido de la obra sino que además limita el entendimiento, alejándonos de la verdadera literatura. Pero los viejos profesores no entienden. No entienden que los autores están ya todos muertos. Que lo que hay que entender está muy lejos de sus ataúdes. Y lo único que queda es la vertiginosa mezcla simultánea Y es que nunca es lo mismo. Una descarga a las ocho de la mañana nada tiene que ver con una descarga a las tres de la tarde. Aunque sea el mismo grupo de libros. Aunque mil veces se hayan descargado los mismos cinco libros. Porque no son necesarios demasiados para que su mezcla cobre vida. Esa vida con la que un único libro sólo podría soñar. Aunque ese libro esté lleno de enlaces a vastas bibliotecas. Aunque sus imágenes nos dejen sin aliento. Aunque la música en ellos contenida nos abrume. “Un libro a la vez” dicen los viejos profesores. “El valor del autor” dicen los viejos profesores. “El placer de la lectura pausada” dicen los viejos profesores. Pero los viejos profesores no entienden. No pueden entender y hablan de la muerte de la literatura. Tal y como de ella hablaron los padres de los viejos profesores cuando fue posible leer libros con los ojos cerrados y las manos ocupadas en cosas más útiles que sostener un montón de papel. Pero lo que más les molestó fue el tiempo. Un libro necesita tiempo. Se decía. Y las descargas instantáneas no nos dejan tiempo. Pero qué saben ellos del tiempo. De ese tiempo que me falta entre una descarga y otra. De esa impaciencia. De ese vértigo porque la vida es corta para abarcar todas las variaciones posibles, para comprender aquello que ellos ni siquiera pueden soñar. Y hablan de la muerte. Tal y como de ella hablaron los abuelos de los viejos profesores cuando fue posible prescindir de las grandes bibliotecas y llevar todos los libros del mundo bajo el brazo. Y el tiempo ha pasado y sin embargo la literatura no está muerta. Vaya que sí no está muerta. Basta con verla avanzar decidida y ligera hacia su verdadero centro. Hacia aquel lugar donde lo único que importa son las imágenes y sus sensaciones. Las explosiones de colores. Las trompetas y las caricias. Pero también las ideas, las ideas más puras del mundo, las más complejas e intrincadas, las más simples y dolorosamente bellas. Aquel lugar sin distracciones. O más precisamente donde cada distracción es también literatura. Literatura siempre nueva. Siempre viva. Constantemente creándose en cada rincón de mi cerebro por y para mi. Literatura que nada tiene que ver con sus autores. Pobres criaturas balbuciantes. Llenas de miedos y prejuicios, haciendo todo lo posible por alejarnos de aquel centro que ahora se avizora más claro que nunca. “Se ha perdido el placer de la lectura”, repiten los viejos profesores sin sospechar siquiera. Y me da risa y me da rabia, pero sobre todo me da risa. Risa que aumenta cuando veo la montaña de libros que me rodean y que no podré leer nunca. Libros inútiles que sin embargo me hacen sentir menos sola. Posibilidades. Me gusta llamarlos posibilidades. (…)

Svetlana Kuznetsova, Fragmento

Seattle
Marzo de 2009

10 comments:

Sebastian Gonzalez said...

querido doctor F.

le tengo unas preguntas: en su proxima obra continuaran las escenas de sexo desenfrenado al estilo dora? hay ballenas? sol durante las 24 horas y bosquez donde la gente vaga en busca de comida?

Ph Liev said...

querido lector:

bosques se escrbe sin z

gracias por su interes

Marcelo said...

que maravilloso haiku que ha escrito f, un profesional 24/7.

Sebastian Gonzalez said...

Life is like a morning in Japanese spring...It can be rainy but sun eventually shows up...


sigue lloviendo en holanda y ni pantis ni faldas se ven en el horzonte.

Sebastian Gonzalez said...

mandele saludos a echeverria y digale q ya encontre un traductor para el holandes.

en la contraportada podemos poner algo como "siguiendo la mas pura tradicion literaria chilena, en una linea q va desde el gordo neruda a la magia de isabel allende..."

Ph Liev said...

me parece que este es el artículo 500 de este pasquín..

me deberían dar un premio

Marcelo said...

556.

el 500 fue uncanny valley for unlawful combatant.

pero te vamos a dar un premio... no te hagas problema.

Ph Liev said...

gracias

Sebastian Gonzalez said...

"vamos"???

yo le voy a dar el manso a premio a f cuando lelgue a holanda.

y no quiero q tu estis aca marcelo cuando se lo de, de mas de a dos es de maricones.

Ph Liev said...

:(